lunes, 30 de enero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 37

ENTRADA ELIMINADA.
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.

CON EL CORAZÓN ROTO 36

Querida Olivia:

            Te sorprenderá recibir esta carta que te llega desde Dublín. Te la escribe tu prima Estelle. Ésa a la que no conoces. Pero he oído hablar de ti.
            Te confieso que tengo muchas ganas de conocerte. ¡Vivimos tan lejos la una de la otra!
            Quiero conocerte mejor.
            Me doy cuenta de que no sé nada de ti. ¿Sabes tú algo de mí? Me temo que no. ¿Verdad? ¿Qué podría decirte yo de mí? ¡No sé por donde empezar! Y lo cierto es que soy muy parlanchina. Si algún día me conoces, te darás cuenta de que no puedo parar de hablar. Hablo y hablo y hablo…Y nunca me canso.
            Vives en Streetman. ¿Dónde está Streetman? No sé nada de Geografía. Me están educando para convertirme en toda una muñeca de salón.
            ¿Qué te puedo contar? Bueno...Tengo catorce años. Y me gusta mucho jugar.
            ¿Tienes muchos amigos? ¿Es cierto que vives en un rancho? ¿Es un rancho grande? ¿O es un rancho pequeño? ¿Cómo se llama el rancho en el que vives?
            Perdona que te haga tantas preguntas. Lo tienes que saber. Soy muy cotilla. Lo quiero saber todo de todo. ¿Verdad que no te molesta que te haga tantas preguntas? Dime una cosa. ¿Montas mucho a caballo? Yo soy una pésima amazona. Rara vez monto a caballo. Tenemos muchos caballos. Y no me atrevo a montarlos. Me vería de bruces en el suelo. Soy una cobarde. ¿Eres una buena amazona? ¿Tienes un caballo favorito? ¿Te gusta vivir en Texas? ¿Es cierto lo que se dice?
            Lo del oro…¿Hay oro allí? ¿O se trata tan sólo de un rumor?¿O es en otra parte? Tiene que ser en otra parte.
            Y…¿Y los buscadores de oro? ¿Están locos? ¿Cómo son? ¿Se mueren de hambre? ¿Se lavan? ¿Comen algo? ¿Han encontrado mucho oro? ¿Es cierto que toda California está hecha de oro? ¿Van siempre los buscadores de oro sucios? ¿Qué comen? ¿Dónde duermen? ¿Pasan mucho tiempo cavando?
            Dime…¿Me lo dirás? ¿Me lo contarás?
            Pero, antes, tienes que enterarte. Tú no vives en California. ¿Verdad que no? Tengo una institutriz. Está a mi lado. Pretende convertirme en una señorita. Tiene un libro de Geografía abierto. Me dice que Streetman está en Texas. Tú vives allí. California es otro Estado. Miro el libro. Veo que mi institutriz tiene razón. Donde se ha encontrado oro ha sido en California. ¿Verdad? Mi institutriz dice que hablo demasiado y que debería de estar calladita. Pero nunca le hago caso.
            Me imagino que dormirán a la intemperie. Me refiero a los buscadores de oro.
            Espero con impaciencia tu respuesta. Me contestarás en breve. ¿Verdad? Creo que sí.
            Nos vamos a ver muy pronto. Estoy segura de ello.
            Te quiere y desea conocerte,
            Tu prima Estelle.

CON EL CORAZÓN ROTO 35

Anne estaba planchando. Había lavado ropa aquel día. Puso carbón en la plancha. Comprobó que ésta estaba caliente. Cogió una falda de Lily y empezó a planchar.
Dos Nubes entró sin hacer ruido por la cocina.
Anne tarareaba una canción.
Ignoraba que Dos Nubes la estaba buscando. La mujer escuchó cantar a la otra.
Siguiendo el sonido de la canción, la buscó. Entonces, la encontró en el cuarto de la plancha. Había terminado de planchar la falda de Lily. Había empezado a planchar los pantalones de sir Kyle.
Anne se sobresaltó al darse cuenta de que no estaba sola.
Dos Nubes no habló. Pero la presencia de aquella mujer la asustaba y la incomodaba.
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó.
Anne levantó la plancha a modo de amenaza.
-He venido a buscar a Lily-respondió Dos Nubes.
Avanzó hacia la asustada Anne.
-La señorita Lily ha salido a montar a caballo, como hace todos los días-dijo la mujer.
-Puedes bajar esa plancha-le indicó Dos Nubes-Yo nunca te haría daño.
Hablaba con un tono amistoso y calmado. Anne tragó saliva. Dos Nubes percibió el miedo reflejado en los ojos de la otra mujer.
-He oído que varios de los míos te hicieron mucho daño-dijo-No todos somos así, igual que no toda tu gente es igual. Para bien o para mal, me vas a ver mucho por aquí porque tengo que hablar con Lily.
-Ella no es de los tuyos-replicó Anne.
-Tampoco es de los tuyos. Los míos podrían aceptarla si ella quiere. ¿Qué me dices de tu gente?
-Lily tiene la piel blanca. Es lo único que importa.
Dos Nubes negó con la cabeza.
-Lo que os importa es la sangre y el dinero-sentenció.
-¡No te la vas a llevar!-la amenazó Anne, levantando aún más la plancha.
Notó cómo le sudaba la palma de la mano. Si aquella comanche se acercaba, ella no respondería de sus actos. Por una fracción de segundo, creyó estar oyendo los gritos de su madre mientras era asesinada. ¡Le cortaron la cabellera aquellos malditos!
-No pienso llevarme a Lily a ningún sitio a menos que ella quiera-le aseguró Dos Nubes-Lamento mucho el dolor que te han causado los míos. Y te pido perdón. Pero Lily tiene derecho a conocer a su otra familia. Su abuela era comanche. Fue violada por un hombre blanco. De ahí, nació su padre. Ni él ni Lily tienen la culpa de lo que ocurrió. Su abuela tampoco tiene la culpa.
-¡Un hombre blanco no haría eso!-gritó Anne-¡Es mentira! ¡Estás mintiendo!
-Piensa lo que quieras. Pero si no asimilas la maldad de tu gente, estás condenada. He dicho lo que tenía que decir. Esperaré a que regrese Lily.
Dos Nubes salió del cuarto de plancha sin hacer el mínimo ruido, tal y como había entrado.
Anne se apoyó en la tabla de planchar para no venirse abajo.
Había creído que aquella comanche había ido allí para matarla.
Pero había hablado con mucha serenidad y en un tono muy dulce y amistoso. Quería pensar que estaba equivocada. Pero la propia Anne sabía que Dos Nubes tenía razón. Y que el hombre blanco era capaz de cometer las mayores atrocidades. No tenía ningún derecho a privarle a la señorita Lily de conocer sus raíces. Quizás era bueno para ella.
He mentido, pensó Anne. Los blancos no la aceptarán. ¡Y menos los que son como sir Kyle!
Por lo menos, había alguien que no era sir Kyle que se preocupaba por el bien de Lily.
Dejó la plancha y fue a buscar a Dos Nubes para decirle que Lily no había salido a montar caballo, sino que estaba en la biblioteca leyendo ensayos. Tal y como la estaba enseñando sir Kyle.

CON EL CORAZÓN ROTO 34

Jack vio a Greg cogiendo la mano de Olivia. Se la besó. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué Olivia no se defendía? ¿Por qué Greg se creía con derecho a hacer eso? ¿Por qué pensaba que Olivia era suya? No lo era. Nunca lo sería. Ni de Greg. Ni siquiera de Jack.
Olivia era libre. Siempre lo sería. Pero intentaban enjaularla. Pluma Roja lo había dicho. Veía a Olivia muriendo dentro de una jaula.
Todo eran sonidos a su alrededor. Los oía. Sabía de dónde venían. Los mugidos de los toros...El relincho de "Yasmina"...Cencerros...Los mugidos de las vacas...Ruidos de cascos de caballos...Risas...Carcajadas...La voz de Olivia...La risa de Olivia...
Vio polvo.
Una nube de polvo...Le impedía ver a Olivia. Podía ver su silueta desapareciendo en la distancia.
-Miras demasaido a la hija de Sean-observó "EL MUELAS-Te conozco, Jack. Tú no eres un sinvergüenza. Te casaste con Danielle. Le eres fiel. La respetas. Yo jamás le he sido fiel a ni una sola mujer. Pero Sean...Rezo para que no te descubra. Ni él ni tu mujer. Sean podría pegarte un puñetazo. Pero no pasaría de ahí. ¡Por la cuenta que le trae! Piensa en la relación que tienes con Kim. La gente...Habla mucho últimamente. De Sean...Y de tu hermana...Pero eso es otra historia. Ya la oirás más adelante.
-¡Ni hablar!-se rebeló Jack-¡Quiero oírla ahora! Si tengo que partirle la cara a Sean, lo haré. No dejaré que le haga daño a mi hermana.
-Lo que importa ahora es Livie.
-¿Livie?
-Sean sería capaz de ir él solo a pegarte.
-No puede hacerme nada. En todo caso, se lo haría yo a él.
-Sean te conoce. Nunca te has propasado con Olivia.
-Pero él sí ha hecho otras cosas. Y con mujeres que no eran la suya. Lo que pasó en Irlanda no me importa porque no estaba casado. Pero llegó a Streetman ya casado con Sarah. La engañó con otra mujer, con la tal Dawn. Y le hizo dos hijos. Lo sabe todo el pueblo. Ethan no quiere ni ver a su padre. Y Freddie quiere hacerse sacerdote para purgar los pecados de sus padres.
-En fin...Además...Olivia no te hace caso. Tiene a alguien metido entre ceja y ceja. O eso dicen. Yo...No sé nada. Te digo lo que oigo. Vivimos poca gente en este pueblo. Y vivimos todavía menos gente desde la guerra. Los cotilleos nos sirven de distracción. Y de una forma de olvidar los horrores vividos. La mayor parte de mis dientes los perdí en los rodeos. Pero también los perdí en el campo de batalla. Estadounidenses...Mexicanos...¡Todos son unas bestias!
-Pero...¿Qué es lo que pasa? Entre Olivia...Y el que sea...
-¿El que sea? No lo sé. Son amigos. Se llevan bien. Nada más.
-¿Nada más?
-Greg tiene fama de picaflor. Lo sabe todo el pueblo. Pero jamás se propasaría con Olivia. La respeta mucho. Y al patrón le pasa lo mismo.
Jack se puso rígido.
-¿El patrón?-murmuró.
-No hay nada-le aseguró "EL MUELAS"-Pero él también mira mucho a Livie. Igual que Greg. Igual que tú. ¡Jack!-le llamó la atención-Te has puesto pálido.
-Yo...-balbuceó Jack.
-¿Qué pasa?-intervino Marty-¿Es que hoy no trabaja aquí nadie o qué? ¡Venga! ¡Seguro que hay algún caballo que domar!
-Sí...-contestó Jack-Ahora mismo voy. Ya voy. Ya voy. Me...Me...He... Distraído...
Piensa en las reses que tienes que marcar, pensó Jack. No pienses en coger tu Colt y liarte a tiros.
No pienses en ir detrás de Olivia. No pienses en cogerla en brazos. No pienses en llevártela lejos de aquí.
No pienses en besarla. No pienses en acariciarla. No pienses en abrazarla. No pienses en hacer eso. Estarías perjudicando a Olivia. Y ella jamás será tuya. Ni de Greg. Ni de nadie.
Jamás.

sábado, 28 de enero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 31

ENTRADA ELIMINADA.
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.

CON EL CORAZÓN ROTO 30

-¿Con Greg?-Jack parecía horrorizado-¿El loco?
-No está loco. Quiere irse a California a buscar oro. Más que un loco, es un soñador.
A Jack le gustaba saborear su nombre. El nombre de ella. Olivia...Livie... Olivia...Livie...Le gustaba todo lo que tenía que ver con ella.
En aquellos momentos, creía que Olivia era suya. Estaba pidiendo demasiado.
Tenía que dejarla marchar con el ganado.
Lo cual lamentaba.
Olivia ensilló a "Yasmina". Los pantalones ceñían sus esbeltas piernas. La camisa revelaba sus sinuosas curvas. Jack se excitó de inmediato. Su imaginación se disparó.
Olivia no sabía lo que pasaba por su cabeza. Vestía igual que un hombre. Jack se preguntaba el porqué hacía eso. ¿Acaso estaba disimulando su sexualidad? ¡Eso era! Olivia estaba aún traumatizada por la trágica muerte de su madre.
La joven montó a "Yasmina" de un ágil salto y Jack contuvo una exclamación de admiración.
Olivia era digna de ser admirada.
-¿A qué hora pensáis volver con el ganado?-le preguntó Jack-Lo digo para que no se os haga tarde. Puede ser peligroso. Cierto que no hay cuatreros ni forajidos pululando por ahí. Eso es lo que se dice. Pero no quiero que te pase nada.
Tuvo que contenerse para no estrechar a Olivia entre sus fuertes brazos.
Apretó los puños. Era un cobarde.
-No lo sé-respondió la muchacha-No llevo comida-Le besó en la punta de la nariz-Supongo que estaremos aquí a la hora de comer. Sobre el mediodía. Espero. Quizás...Greg lleve algo de comida. O "EL BIZCO"...
-¿Sabe el patrón que vas a salir con el ganado?-quiso saber Jack.
Estúpido, pensó el hombre.
-Me ha dado permiso-contestó Olivia.
-Pero vas a salir con Greg-insistió Jack-Ten cuidado, Livie. Va a intentar besarte.
-Te preocupas demasiado por mí, Jack. Te recuerdo que no vamos solos. Y que sé defenderme.
-Eres especial.
-¡Qué dulce eres! ¡Qué afortunada es Danielle por tener con ella!
-¡Venga! No seas pamplinera! Nos conocemos bien, Livie. Ten mucho cuidado. ¿Me has entendido? Ten mucho cuidado con el ganado. Y...También con Greg. No quiero que te pase nada. Eres como una hermana pequeña para mí. ¡Y no te pasará nada! ¿Vale? ¡Y no te pongas a hacer exhibiciones con "Yasmina"! No vas a ningún rodeo. Vas a salir con el ganado. Parezco tu padre. Lo sé. Y también sé que no me vas a hacer ningún caso. Pero...Me preocupo por ti.
-Lo sé.
-Confío en ti. Aunque no confío en ninguno de esos con los que vas. Y menos todavía en Greg. Creo que todavía siente algo por ti. Ándate con ojo. Se propasará contigo. Lo conozco. ¡Y no te rías!
Olivia soltó una carcajada cargada de entusiasmo. No concebía su vida lejos de Streetman. Era feliz allí. Cierto era que allí había vivido las mayores tragedias de su vida. La muerte de su madre...La marcha de sus hermanos...Pero era feliz. A pesar de sus miedos...De sus dudas...De su dolor...No le faltaba de nada. Lo tenía todo para ser feliz. ¿Qué más podía pedirle a la vida? ¡Nada! Porque no le faltaba nada.
Caballos...Un padre cariñoso...Buenos amigos...Su rancho...Su trabajo... "Pike"...
Tenía que aceptar la vida tal y como venía. La vida estaba llena de matices. Tenía sus penas. Sus alegrías...
En ese momento, oyeron el ladrido de un perro. Estaba dentro del establo. Era "Pike". Había venido desde "LA ISAURA" siguiendo a Olivia.
-Ahora no, "Pike"-le dijo la joven-Tengo que salir con el ganado. ¿Quieres venir?
A modo de respuesta afirmativa, "Pike" ladró.
-Está bien-asintió Olivia-Pégate a "Yasmina". Pero ten cuidado que no te pise, ¿eh?

viernes, 27 de enero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 29

-¡Hola!-saludó Olivia a "Yasmina"-No me olvido de ti. No te pongas celosa. Venga. Te voy a poner guapa. ¿Qué te parece? ¿Te parece bien? ¿Sí? "Helen" está un poco mejor. Por lo menos, ya bebe agua. Espero que siga mejorando.
Se puso a cepillarle el pelo.
-Tienes un talento natural para los caballos-observó Jack-¡Fíjate en "César"! Son caballos que se han criado en libertad. Auténticos caballos salvajes. Se resisten a ser dominados. Pero...Tú...No sé la de veces que me ha tirado "César". ¡Por no hablar de "Diablo", maldito sea! Creo que empatizas con los animales. Los entiendes. Yo, a pesar de los años que llevo trabajando en este rancho, no he conseguido nada. No entiendo a los animales. A menudo, pienso que "Pike" no es un perro. Es un coyote. Pero tú lo encontraste. Y lo has domesticado.
-No creo que empatice con los caballos-replicó Olivia-Eso es una estupidez. Ellos perciben que soy feliz. Me gusta vivir aquí. Trabajar aquí. Es que son listos. Saben cuándo una persona está triste y cuándo está contenta. Me lo ha dicho Dos Nubes.
-Has viajado mucho por la región. Y fuera de ella. Acompañas a tu padre en sus viajes. O viajas tú sola. No tienes miedo de nada.
-Pero siempre vuelvo a casa.
-¿Nunca has pensado en irte lejos?
Olivia abrió mucho los ojos al oír aquella pregunta. Parecía estar escandalizada. Era la confirmación de un rumor que estaba sonando de forma insistente. De un rumor al que ella quería hacer oídos sordos. Que podía irse de Streetman. Eso no va a pasar en la vida, pensó Olivia.
¿Cómo podía hacerle aquella pregunta?
¿Cómo podía pensar que ella podía irse? ¡Era una estupidez!
-¿Irme lejos de Streetman?-se escandalizó Olivia-¿Te has vuelto loco? ¡Ni hablar! No quiero abandonarlo todo y empezar de cero en otra parte. Yo no soy así. Ésta es mi casa. Es mi hogar. Quiero quedarme aquí. Aquí nací yo. Y quiero morir aquí. Además...¡Toda mi familia vive aquí!
¿Estaba siendo sincera? Una parte de ella quería pensar que sí. Que era sincera. Pero...
Olivia bajó los ojos durante unos segundos. No quería hacerle daño a nadie. Si veía que estaba perjudicando a Jack o a Danielle, se iría. Lo había decidido. Era mejor poner tierra por medio. No quería terminar como acabó la madre de Ethan y de Freddie. Se llamaba Dawn. Y cometió el error de acabar convertida en la amante de un hombre casado.
-Eres muy noble, Livie-le aseguró Jack.
-Exageras-bufó la joven-No se trata de nobleza. Se trata de decnecia. Dillon y Tyler se han ido. No seguiré sus pasos. No pienso irme de aquí nunca.
-Estás muy pegada a tu tierra. Y quizás Dillon también esté pegado. He oído que piensa volver.
Era otro rumor que estaba empezando a cobrar fuerza.
Dillon estaba casado con Lara.
Pero no era feliz en su matrimonio. Y estaba pensando en poner tierra por medio. Una temporada separados les vendría bien.
El posible retorno de Dillon no afectaba en absoluto a Olivia.
-Amar mi tierra no es un defecto-afirmó la muchacha-Al contrario. Yo lo considero como una virtud. Todo irá bien. Se lo digo muchas veces a mi padre. Él habla de...¡Bah! De todos modos, nunca me iré de aquí. Y si Dillon quiere regresar, será bienvenido.
-Eso está bien.
-¿Verdad que sí?
-Mi mujer odia este sitio. Siempre está hablando de irse a otra parte. A Helena...A Sacramento...A San Francisco...A Houston...A Alameda...A Dallas...No le gusta que trabaje aquí. Dice que se ahoga. Que no es feliz. Y discutimos por eso.
-¡Vaya! Lo siento mucho. No lo sabía.
-No lo lamentes.
-Estoy segura de que saldréis del paso. Danielle y tú hacéis una buena pareja. Merecéis ser felices. Yo...Os deseo toda la dicha posible.
Olivia pensó en su hermano. ¿Sería cierto que Dillon iba a regresar?
Fue la cocinera la que se lo contó.
Nora era una joven negra que trabajaba como cocinera para los O' Hara. Fue ella la que le contó que había oído rumores acerca del retorno de Dillon a Streetman. Fue su vecina Fiona la que habló de que su hermano no era feliz al lado de Lara.
-¿Acaso tus hermanos han sido felices desde que se fueron, Livie?-aseveró Fiona-Están más que arrepentidos de haberse ido.
A lo mejor, la presencia de Dillon le serviría a Olivia de desahogo. Su hermano estaba atravesando una crisis conyugal. Él podía entender lo que ella sentía por Jack. Se sentaría a hablar con él. Si Dillon regresaba, podrían tener una verdadera relación de hermanos. Como la que tenía con Freddie. Pero Freddie estaba pensando en irse. Decía que oía voces. Y que esas voces le decían que debía de apartarse de la vida mundana y servir a Dios. Todo apuntaba a que el joven estaba pensando en ingresar en un seminario.
¿Y si Freddie decidía ordenarse sacerdote?
Podría acudir a Ethan. Pero su hermano no quería verla. Además, estaba cortejando a una joven del pueblo llamada Lucy. Pensaba en casarse con ella. La relación iba en serio.
El ambiente en el pueblo era lúgubre. Rafael Santana había muerto finalmente.
Era algo que todo el mundo, incluso la propia familia del difunto, esperaba. Eliza estaba por fin sola. Pero no era lo que ella esperaba. Olivia acudió al entierro.
Eliza parecía una sombra de sí misma. Iba vestida de negro. Estaba pálida y muy delgada. En sus ojos estaban reflejados las huellas del dolor vivido al lado de su marido. De las noches sin dormir cuidándole.
-No sé vivir en libertad-le comentó Eliza a su cuñada Arabella, hermana de su marido.
-Ahora, tienes que mirar para adelante-le exhortó ésta-Mi hermano será juzgado por sus muchos pecados.
-Pecó mucho. Pero yo lo amaba de una forma extraña. Ya...No sé si era amor. O lo que era.
-Lo que tienes que hacer es pensar en ti por una vez en tu vida, Liza. Rafael ya no está. Mi hermano te ha hecho demasiado daño. Espero que se esté pudriendo en el Infierno. Y espero que tú seas feliz.
Danielle no sospechaba ni remotamente la clase de sentimientos que Olivia despertaba en Jack. Ella era el amor prohibido de su marido. Y ni siquera lo sospechaba. Jack intentaba disimular sus sentimientos hacia la joven. Livie... Olivia...Su Livie...Su Olivia...Su amor...Su todo...
Olivia terminó de cepillar a "Yasmina".
Jack nunca la había oído quejarse de su trabajo. Decía que era feliz de aquella manera.
Olivia le besó en las mejillas cuando se giró hacia él.
Jack cerró los ojos.
Olivia le besó en la frente.
-Me tengo que ir-le dijo-Hoy me toca sacar a pastar el ganado. No quiero regresar tarde. Mi padre quiere ir a casa de los Santana. No pudo ir al entierro de Rafael. Le gustaría darle el pésame a la pobre Eliza. Me temo que no va a levantar nunca cabeza. Él le hizo creer que no valía nada. ¡Maldito sea! Por suerte, el resto de la familia, especialmente Arabella, se preocupa por Eliza.
Volvió a besar a Jack en la frente.
-¿Vas tú sola?-le preguntó el hombre-Quiero decir...Con el ganado...
-"El Bizco" me acompañará-respondió Olivia-Y va también Greg. Los conoces a los dos. Me temo que serán una mala compañía. Acabaré yo haciendo de protectora con ellos.
Se echó a reír con su comentario.

CON EL CORAZÓN ROTO 28

Varios eran los hombres que estaban mirando el alto y delicado cuello de cisne de Olivia O’ Hara en la Iglesia del pueblo. Era la hora de la Misa. El largo y espeso cabello de la joven caía por encima de sus hombros. Era de color parecido al cobre oscuro dependiendo de la luz que se reflejaba en él. Estaba de rodillas detrás del segundo banco. Sean O’ Hara permanecía sentado en su asiento.
            Jack, uno de aquellos hombres que estaban mirando con descaro a Olivia, se sentía tentado a acercarse a la joven. Deseaba tocar su cabello. Pero se lo impedía la mirada furiosa que le lanzó la joven mujer que estaba sentada a su lado en el banco. Era Danielle. Su esposa. Jack bajó la vista. Se sentía culpable. Culpable por desear a una mujer que no era su esposa. Culpable por estar enamorado de Olivia. Pero no podía estar con ella. Era pecado.
-Esa chica tendría que haberse casado hace mucho tiempo-le comentó Danielle en voz baja-Su padre es demasiado permisivo con ella. Pero ahora tiene motivos para desear que se vaya de casa. Desea casarse con tu hermana Kimberly.
-Sean quiere que Olivia se vaya de casa-replicó Jack.
-Va a terminar mal.
-Será mejor que no sigamos hablando de ese tema. Estamos en la Iglesia, Dani. Hablaremos más tarde. Cuando lleguemos a casa.
-No quieres que hablemos nunca de Olivia O’ Hara.
            A sus veinte años, Olivia no se había casado. Ni un solo hombre podía decir que se había dado gusto con ella. Era virgen. Otro de los hombres que la estaba mirando, lord Kyle Saint John, admiraba el rostro hermoso y delicado de la joven. Preciosa, pensó. Olivia trabajaba en su rancho. La veía montando a caballo a horcajadas. Su imaginación se disparaba en aquellos momentos.
            Es aún joven, pensó. Aún puede casarse y tener hijos. Y él se preguntaba si a Olivia le gustaría convertirse en lady Saint Leger.
            Otro hombre, Greg, miraba el cabello de Olivia.
-La perdiste-le recordó el hombre que estaba sentado a su lado, Pluma Roja.

Había llegado a Streetman  hacía mucho tiempo. Nadie sabía gran cosa acerca de él. Hablaba bastante bien el inglés y el español. Trabajaba en el rancho de sir Kyle. Era un hombre callado por naturaleza. De vez en cuando hablaba. Y parecía tener razón en todo lo que decía.
Pluma Roja era un comanche cuya visión del mundo se había vuelto más cínica desde la guerra con México, ocurrida dos años antes. Tras la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, las cosas estaban volviendo poco a poco a la normalidad. Pero las heridas estaban abiertas. Todavía estaban muy recientes y tardarían mucho tiempo en cicatrizar. Nunca desaparecerían. La tierra había sido bañada con la sangre de los hombres.
A Olivia le habría gustado ir a luchar. Los combates no llegaron a Streetman. Pero ella podía oír los disparos de cañón en los pueblos vecinos. Iba a trabajar. Y veía a personas agonizando en la linde del camino. Sabía que Greg estuvo peleando en la guerra. Que "El Bizco" se había quedado así a consecuencia de un disparo. Todos tenían alguna historia que contar de lo ocurrido en el frente. Pero preferían guardar silencio.
-No me lo recuerdes-siseó Greg.
-Olivia es una bella joven-dijo Pluma Roja-Pero la Madre Tierra que le ha dado belleza no le dará la felicidad. Algo malo le va a pasar a esa pobre joven. Las ánimas la torturan. No la dejan tranquila.
-¿Quieres decir que Olivia no va a ser feliz nunca?
-Eso no depende de mí. Es la Madre Tierra la que rige nuestros destinos. Y ya sabe lo que quiere hacer con Olivia.
            La luz de las velas que había encendidas en el altar le daban al cabello caoba de Olivia un tono entre dorado y rojo. La joven llevaba el pelo largo hasta sobresalir de sus hombros, lo tenía tan largo como la mayoría de las mujeres que estaban en la Iglesia y no lo llevaba cubierto por ningún chal. La joven acabó sentándose en el banco. El sacerdote se subió al púlpito para pronunciar su sermón.

            Olivia tenía la piel tostada por el Sol. Nunca se ponía el sombrero más que en contadas ocasiones. Trabajaba duro domando caballos salvajes. Casi siempre acababa en el suelo.
            Tenía los ojos de un intenso color azul cielo.
-Tú no eres pelirroja-le dijo su mejor amiga Kimberly Mackenzie.
Uno de los hombres que había vivido con Kimberly había muerto en el frente.
Se lo comentó mientras daban un paseo por el pueblo. Kimberly lamentaba la pérdida que habían sufrido varios de sus alumnos. Un familiar suyo había muerto durante la contienda. Daba clase a niños de distintas etnias y nacionalidades. Estadounidenses y mexicanos. Los niños se culpaban los unos a los otros de lo ocurrido.
-El color de tus cejas es amarronado-observó Kimberly.
            A Olivia no le importaba si era ahora española o inglesa. Su padre era irlandés. Su madre era inglesa. Los Estados Unidos le importaban un ardite.
-Tu cabello bien podría parecer de color naranja-continuó hablando Kimberly-Jack dice que tienes el pelo de color caoba.
-¿Caoba?-se extrañó Olivia.
            Tanto ella como Kimberly apenas sabían hablar español. Don Diego de León, el dueño de Rancho Paloma, la hacienda donde estuvo trabajando Sean durante años como capataz, quería enseñar a Olivia a hablar español. Pero esto no debía de decírselo a nadie. De momento, la joven era una alumna aplicada.
-En lugar de hablar de mi pelo, deberíamos de hablar de los cambios que se avecinan-opinó Olivia-Hemos dejado de pertenecer a México. Ya no somos mexicanos y nunca lo fuimos. Pero...No sé lo que va a pasar. Dicen que las cosas van a mejorar. ¿Tú qué piensas?
-¿Y qué va a hacer Estados Unidos por nosotros?-bufó Kimberly-Harán con nosotros lo mismo que hacían los españoles. Es decir, nada. Ellos mandan, nosotros obedecemos. Hablan de libertad como un canalla habla de amor a la mujer que va a seducir. Cuatro tonterías y uno, que es imbécil, va y se las cree. Es mejor que piense en tonterías. Como en tu color de pelo, ya que Jack no para de hablarme de él.
-¿Jack te habla de mi pelo?-Olivia parecía atónita.
-Dice que nunca antes ha visto un cabello como el tuyo, de un rojo tan intenso-afirmó Kimberly-Mi hermano está como una cabra. Puede pasarse las horas muertas hablando de que si tu pelo es del color del cobre oscuro.
            Jack habla de mi pelo caoba y de mis ojos azules, pensó Olivia.
Un escalofrío de placer recorrió su cuerpo. Un placer culpable...
 -Debería de prestarle más atención mi hermano a su mujer que a tu pelo-opinó Kimberly-Después de todo, es un hombre casado. A mí me incomoda tener que escucharle hablar de tu pelo y de su extraño color rojo. Pero creo que a Danielle le incomoda más que a mí.
-No sigas hablando-le pidió Olivia.
            No se ruborizó. Una mujer dura como Olivia no se ruborizaba. O eso pensaba ella.
            Olivia era una joven agradable.
-Mi hermano es idiota-insistió Kimberly.
Jack también había estado en el frente. Le hirieron de gravedad el año pasado y lo licenciaron. Había visto morir a muchos de sus compañeros en la horca.
Esto hacía sospechar a Kimberly que estuvo prisionero de los mexicanos. Pero que prefería no hablar del tema por Danielle, debido a su ascendencia mexicana. Danielle había estado de parte de los mexicanos durante la contienda.
Si Jack estuvo prisionero o no, nadie lo sabía. Pero solía comentar que había trabajado más duro en el frente de lo que trabajaba ahora. Olivia deseaba preguntarle qué había visto. Si le habían torturado. Pero no se atrevía.
Algunos hombres que estaban holgazaneando a las puertas del "saloon" giraron las cabezas al paso de Olivia y Kimberly. Las dos jóvenes eran conocidas en el pueblo. Kimberly tenía una inmerecida fama de ser una fresca. Y Olivia tenía fama de ser una marimacho. Los hombres soltaron comentarios y silbidos nada apropiados.
Kimberly aceleró el paso. Olivia poseía una figura esbelta. Sus ojos de color azul cielo brillaban de vivacidad a cada paso que daba.

Jack tiró lejos el pico con el que estaba cavando una zanja.
-Cuidado-le advirtió Pluma Roja-Vas a matar a alguien con eso. ¿Cómo vas a vivir con eso durante el resto de tu vida?
-Me da igual-replicó Jack.
-No te da igual. No quieres ser colgado de la rama más alta de un árbol. Nos conocemos, Mackenzie. No eres como los demás hombres. Tienes escrúpulos. No quieres hacerle daño a nadie. No quieres derramar sangre inocente. No como hacen los otros hombres blancos.
-No me conoces, comanche. No sabes cómo soy.
-Pero me hago una idea.
            Pluma Roja le tendió a Jack el pico que había tirado. El hombre admitió para sí que no podía concentrarse en el trabajo porque no paraba de pensar en Olivia. A la mente le venía el rostro de proporciones perfectas y de hermosos rasgos de la joven. Los exóticos ojos de color azul cielo de Olivia…Sus labios de trazado sensual…
-Estás casado-le recordó Pluma Roja.  
-No olvido a mi mujer-le replicó Jack.
-Le debes respeto a Danielle. Estáis casados por las leyes cristianas. No poder romper el matrimonio.
-¡Ya lo sé!
-Entonces, olvida a esa joven. Te estás haciendo daño a ti mismo. Ya tienes a tu mujer.
            El propio Pluma tenía que admitirlo. Olivia era una de las mujeres más hermosas que jamás había conocido. Blanca o comanche.
Pero veía a las ánimas persiguiendo a Olivia e impidiéndole ser feliz.
            La había visto intentando mantener el equilibrio sobre un toro desbocado cuando se celebraba un rodeo. Sus labios sensuales se dibujaban en una sonrisa de placer. Sus hermosos ojos azules estaban más brillantes que nunca. Cuando acaba la actuación, Olivia iba corriendo a abrazar a su mentor en aquellas lides. El Muelas. Aquel anciano había perdido casi toda la dentadura de caer al suelo. Pero seguía dedicándose a actuar en rodeos. No tenía hijos. Estaba soltero. Veía en Olivia a una posible sucesora.
            Incombustible, pensó Pluma Roja.
            Se refería a Olivia.
            Aquella joven de labios carnosos constituía toda una tentación para un hombre de sangre caliente como lo era Jack Mackenzie.
-La forma de su barbilla pequeña la delata-dijo Jack mientras empezaba a cavar-Es terca. No hace caso a nadie. Es obstinada. Sólo cuenta lo que ella dice.
-Los labios carnosos de esa joven te tientan-observó Pluma Roja.
            Jack dejó de cavar. Pensó que Pluma Roja tenía razón. Estaba empezando a obsesionarse con Olivia. Mejor dicho. Estaba obsesionado con Olivia. Y eso no era bueno. Le haría daño a Danielle. Y ella no se lo merecía.  

jueves, 26 de enero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 27

   Cada cierto tiempo, ocurre algo que hace que todo el mundo pareció que se había vuelto loco, solía pensar Olivia O’ Hara.
    Gente de todas partes estaba yendo a California en busca de oro. El carácter temerario e intrépido de Olivia era parecido al carácter de los buscadores de oro.   
La noticia había corrido como la pólvora.
Se había encontrado oro en California.
Olivia no se lo creía.
Un afortunado encontró una pepita de oro. De pronto, la noticia corrió como la pólvora. Ya había atravesado varios Estados. Entonces, llegó a Streetman. Lo contó “El Muelas” mientras corría como un loco por la calle.
-¡Oro!-gritaba-¡California está hecha de oro!
   Algún día, pensaba Olivia, haré lo mismo. Buscaré oro.
Su mejor amiga, Kimberly, veía con desconfianza la locura que parecía haberse apoderado de algunas zonas del país.
Los ojos de color gris de Kimberly reflejaban preocupación. La guerra contra México apenas había finalizado. Y, ahora, los hombres querían embarcarse en una nueva empresa suicida. ¡Buscar oro! ¿Acaso no podían quedarse quietos? ¿No podían estar tranquilos?
Kimberly Mackenzie aparentaba tener diecinueve años. No los treinta y tres que tenía. Su belleza era juvenil. Pero su aspecto era el de una mujer cansada de luchar. Era alta, esbelta y de facciones muy dulces. Su piel era sonrosada. Y su cabello era de color rubio dorado.
Hacía mucho que conocía a los O' Hara. Recordaba el día en que conoció a Sean. Se acercó a él cuando volvía del trabajo. A él le hizo gracia el carácter determinado de la joven.
-Me llamo Kimberly Mackenzie-se presentó.
Le tendió la mano. Sean la cogió y, en lugar de darle un apretón, hizo otra cosa. Depositó un beso suave en su dorso. Kimberly lo miró anonadada. Pero mantuvo la mirada.
-Encantado de conocerla, señora Mackenzie-dijo Sean.
-Es señorita-le corrigió ella.
Había algo en ella que le recordaba a su cuñada Brigitte. Era educada. Pero su ropa hablaba de su condición humilde. Kimberly estaba viviendo su primer amor con un delincuente al que "sheriff" acusaba de haber asaltado el banco de Austin semanas antes.
Kimberly había empezado a trabajar como maestra en la escuela de Streetman. Era una joven inquieta. Con su encanto, había encandilado a un atracador de bancos. La familia estaba horrorizada.
Kimberly atraía a los hombres menos indicados. El atracador de bancos fue el primero de una larga lista de canallas que pasaron por su vida con más pena que gloria.
-No encontrarán nada-solía decir-Cavan y cavan. Pero se mueren de hambre. ¿Los has visto? Van cubiertos de piojos.
-Y están sucios-corroboró Olivia-No se lavan nunca. Nunca se bañarán en oro, Kim.
-¿Por qué no echan raíces aquí? Podrían buscarse una mujer. Ella les espabilaría.
-Son unos locos soñadores. No sirven para fundar una familia.
Olivia y Kimberly mantenían conversaciones como la que acabo de describir mientras lavaban la ropa en la pila.
-El mundo está hecho de locos y de soñadores-afirmó Kimberly-Por eso, sigue girando.
-Lo que dices es una tontería-replicó Olivia.
-Tú misma podrías irte a San Francisco a buscar oro.
-Eso es lo que haré algún día. Pero no lo haré por hacerme rica. Lo haré por vivir un poco. Luego, por supuesto, regresaré a Streetman.
Kimberly fue a tender unos pantalones. No eran de Jack. Pertenecían a su hermano mayor, que acababa de cumplir cincuenta años.
-Espero que el pueblo no se quede sin hombres sólo porque a todo el mundo le está dando por ir a California a buscar oro-dijo la maestra-Porque me temo que se van a llevar una decepción enorme.
Olivia restregó con jabón una camisa de su padre. Vio una extraña marca en el cuello. Pero no sabía de qué era.

CON EL CORAZÓN ROTO 26

Con cariño, Olivia acarició el lomo de "Helen" mientras la yegua luchaba por respirar.
En aquel momento, sir Kyle entró en el cajón de "Helen". Era de noche y la luz de la Luna dio de lleno en la cara del aristócrata. Le configuraba un aire sobrenatural. Olivia se ruborizó al pensar que su patrón era un hombre muy apuesto.
-¿Cómo está nuestra amiga?-le preguntó sir Kyle.
-No quiere comer-respondió Olivia-Tampoco quiere beber agua. ¡Usted tenía razón!
La sonrisa que esbozó Kyle fue triste. El corazón de Olivia latía muy agitado. "Helen" emitió un ruido extraño.
-No hables así-le pidió el patrón-A lo mejor, tú tenías razón. Y yo estaba equivocado. Estás cuidando muy bien de "Helen".
Se parece mucho a Jack, pensó Olivia. Los dos son poderosos. Y viriles. ¡Deja de pensar en tonterías!
-Hablastéis de sacrificarla-dijo-Y habría sido lo mejor para ella. No estaría sufriendo. Ella...Ha perdido a su potrillo. ¡Y sabe Dios si se recuperará lo suficiente como para poder quedarse de nuevo preñada y parir otro potrillo!
Olivia tenía una botella de whisky a su lado. La botella iba por la mitad. Kyle se preguntó si pensaba bebérsela entera y emborracharse. A menudo, emborracharse podía ser la solución ideal para los problemas. Por lo menos, durante un rato, no pensabas en ellos porque tenías la mente embotada por el alcohol ingerido.
Kyle vio cómo Olivia se metía la mano en el bolsillo del pantalón. Sacó un daguerrotipo y se lo enseñó. Era la imagen de una chica a la que Kyle no había visto nunca.
-Es mi prima Estelle-contó Olivia.
-Se te parece-comentó Kyle.
Olivia se echó a reír. En el daguerrotipo, Estelle posaba con un vestido de color rosa pálido. Le contó, tras beber otro trago de whisky, que había recibido carta de sus tíos aquella mañana. Y que, adjunta a la carta, iba el daguerrotipo de Estelle.
-No tenía ningún retrato de ella-dijo Olivia-Es mi prima. ¡Ya vé, milord! Tengo familia. Pero no me apetece nada conocerla. ¿Eso me convierte en una mala persona?
-Nadie escoge a la familia en la que nace-aseguró Kyle.
-Habláis igual que Pluma Roja. Pero él diría algo de los espíritus. O de las Lunas...O de la Gran Madre Tierra...
Por lo menos, pensó Kyle mientras observaba a "Helen", la yegua ya no sangraba.
Olivia apoyó durante unos instantes su cabeza contra la cabeza de "Helen". Tenía los ojos llenos de lágrimas. Había decidido quedarse también aquella noche a cuidar de la yegua. Se apartó de ella y bebió otro trago de whisky.
El cabello de color caoba de Olivia le cubría toda la cara. Kyle le apartó el pelo.
No había conocido a nadie más rebelde que Olivia.
Sin embargo, en aquellos momentos, estaba conociendo el lado más vulnerable de la joven.
-Más que un patrón, quiero pensar que soy tu amigo-dijo.
Tampoco había conocido a ninguna mujer más hermosa que ella. Pero no sentía por ella en aquellos instantes una lujuria desenfrenada. Lo que sentía era el fuerte deseo de protegerla. Nadie te hará nunca daño, quería decirle.
Con disimulo, Olivia miró a Kyle. Era un hombre alto e imponente. Era tan viril como Jack. Se ruborizó contra su voluntad. Su cabello era de color rubio metalizado. Sus ojos azules tenían algunas motitas de color ámbar. Tiene los ojos de un gato, pensó Olivia. Y ese rostro...Tan masculino...
En Inglaterra, sir Kyle Saint Leger sería considerado como un excelente partido. Pero había cometido demasiados pecados y había tenido que exiliarse.
-Una joven como tú tendría que estar ahora mismo bailando en Almacks-afirmó Kyle.
-No sé lo que es eso, milord-se sinceró Olivia-¿Es otro rancho?
-Es un salón de baile. Se encuentra en Londres, mi ciudad natal.
Olivia era poco femenina. De vivir en Londres, preferiría escaparse al campo para montar a caballo durante horas.
-Creo que mi madre mencionó una vez que estuvo en Almacks-dijo la joven-Pero no lo recuerdo.
Los ojos de Kyle brillaron al posarse sobre Olivia. Le tocó el rostro con la yema de los dedos.
-Yo no soy como mi madre-admitió la joven-No me gustaría ir a esos sitios. Yo prefiero quedarme aquí. No encajaría en ninguna parte por culpa de mi maldito genio. Me condenarían al ostracismo por mi manera de ser y me encontraría sola. Milord...Os confieso que no me gusta estar sola. Los vecinos me critican porque soy una marimacho. Sé que hablan de mí a mis espaldas. Callan en cuanto aparezco. Ha pasado varias veces. Finjo que no me importa. Pero sí me importa. Me importa que hablen mal de mí, milord.
-Olivia...-dijo Kyle-Livie...Yo admiro tu manera de ser. Por eso, te pido que nunca cambies.
Cogió las manos de la joven y se las llevó a los labios.
-Sé que mi pasado es algo de lo que me avergonzaré siempre-admitió-Y trato, sin éxito, de cambiar.
-No quiero que me contéis nada de vuestra vida-le pidió Olivia.
-Me gustaría sincerarme contigo.
-Y yo no quiero saber nada de las cosas que hacíais en Almacks. Lo único que me importa es que "Helen" se recupere. Pero eso no va a pasar. Se está muriendo. Casi no respira.
-Mandaré a buscar a un veterinario.
-Estaréis perdiendo el tiempo. No funcionará.
-Yo haré que funcione, Livie. Puedes contar siempre conmigo. Nunca te fallaré.
-Milord...
Sir Kyle rodeó con sus brazos el cuerpo de Olivia y la atrajo hacia sí. Ella apoyó la cabeza en el pecho de él. Podía oír los latidos de su corazón. Se sintió rara al estar tan cerca de un hombre. Anne le había contado que el patrón era un amante muy sensual. Olivia se asustó al pensar en estar en la cama con él. O con Jack...
Suavemente, se apartó de él.
-Perdóname, Livie-se disculpó Kyle.
De pronto, Olivia tuvo la plena conciencia de que, a pesar de las apariencias, sus compañeros la veían como a una mujer. Que el propio sir Kyle la veía como tal. Aquel hombre tan grande y tan fuerte la admiraba como peón y la respetaba como a una dama.
Supo que él no le mentía cuando le dijo que podía contar siempre con él.
El rostro de Kyle estaba serio cuando Olivia se apartó de él.
La joven miró el daguerrotipo que todavía tenía entre sus manos. Desde luego, con su cuerpo esbelto y su alta estatura, Olivia no podía competir con su prima Estelle. Eran muy distintas. Jamás encajarían. Olivia tenía un genio muy vivo y era muy terca. En Streetman, los vecinos la miraban de forma rara. ¿Cómo la mirarían en Calcuta por su manera de ser?
Además, estaba su tez tostada por el Sol y su cabello color caoba, que estaba pasado de moda.
Estelle era bonita según la moda. Tenía el pelo rubio. Su cutis era delicado. Su porte era elegante. Y era menuda, bajita y delgada. Tenía los ojos de color azul, como los suyos. Olivia recordó que su tía Brigitte era también rubia.
-Tengo que irme-anunció Kyle.
Besó a Olivia en la frente. La besó en las mejillas. La besó en las manos. Incluso se atrevió a besarla en la comisura de los labios.
-Iré a buscar al veterinario-anunció.
Olivia no dijo nada. Se limitó a mirarle mientras salía del establo y se perdía en la noche.
-El patrón dice que te pondrás bien-le dijo a "Helen"-Habrá que confiar en él.
De vivir los dos en Londres, se habrían conocido en otras circunstancias. A lo mejor, entonces ella, de haber vivido su madre, habría pisado Almacks contra su voluntad. A lo mejor, estaría en aquellos momentos bailando en la pista de baile con sir Kyle. ¿Qué música se bailaba en Almacks? Un vals. Pero dejó de soñar al ver que, en su imaginación, no estaba bailando con el patrón.
Estaba bailando con Jack.
-Dormiré un poco antes de que venga el patrón-pensó-El whisky me está poniendo tonta.
Nunca había tenido esa clase de sueños. Se estaba mintiendo así misma. Una vez, tuvo esos sueños. Fue durante su estancia en el internado. Recordaba la fiesta que se celebró allí. Ella lució un vestido bonito que le había prestado su amiga Aurora.
Aquella noche, Olivia estaba realmente preciosa. Recordaba el sonido de la música de los violines.
Estaba bailando en la improvisada pista de baile. Estaba bailando con Jack. Y, luego, los dos estuvieron solos en el balcón. Era una noche preciosa.
¡No!, gritó Olivia. Debía de apartar aquel recuerdo de su mente.

CON EL CORAZÓN ROTO 25

-Buenos días, Livie-la saludó Jack-Temprano nos vemos hoy.
-No es temprano-replicó Olivia-Son las ocho de la mañana. Casi las ocho y cuarto.
El establo estaba muy sucio. Olía a estiércol. También olía a sangre. Jack recordó que una de las yeguas había abortado el día antes. Sir Kyle ordenó sacrificarla.
Olivia se enfadó. Discutió con el patrón.
-¿Por qué tiene que morir la madre?-le increpó.
-Está muy débil-le contestó Kyle.
Estuvieron discutiendo durante mucho rato. Finalmente, Olivia cogió la escopeta de sir Kyle y la partió por la mitad.
-¡Y despedidme ahora si tenéis valor, milord!-le retó.
Sir Kyle no fue capaz de despedir a Olivia. Tampoco pudo sacrificar a la yegua. Estaba perplejo ante el valor que había demostrado Olivia. Tuvo que plegarse a sus deseos.
Olivia estaba intentando darle de comer a la yegua. Pero ésta se encontraba muy débil. Arrodillada junto a ella, la joven intentaba que comiera de su propia mano. Pero no lo conseguía. Quiso darle de beber agua. La yegua, a pesar de su debilidad, escupió el agua. Jack la oyó hablar con el animal.
-Si quieres recuperarte y tener más potrillos, tienes que comer-le decía-La culpa la tienen todos los machos del mundo. Ponen en peligro a sus mujeres. Son unos egoístas.
Jack siempre la llamaba de aquel modo. Livie. Era un diminutivo de Olivia.
Se acercó a la yegua. Estaba en su cajón más muerta que viva y Olivia se arrodilló junto a ella.
La joven acarició el lomo de la yegua. Estaba sudando. Quizás tenía fiebre. Los ojos de Olivia estaban vidriosos. ¿Y si el patrón tenía razón? ¿Y si lo mejor para la yegua hubiera sido sacrificarla?
-Está sufriendo mucho-le había dicho sir Kyle la noche antes-Hay que evitar que siga sufriendo.
-Puedes recuperarte, amiga mía-le dijo Olivia a la yegua-Sólo tienes que comer un poco más. ¿Vale?
Eran muchos los caballos que comían de la mano de la joven. "Dominó" relinchó de alegría. Había algo en Olivia que hacía que los caballos más salvajes acabaran rindiéndose ante ella. Como ocurrió con "Diablo". El caballo de Kyle. Había crecido libre y salvaje en la llanura. Ningún mozo podía dominarlo. Hasta que apareció Olivia y fue ella la que consiguió domar a "Diablo". Jack quiso hacerlo. No lo consiguió. Era un caballo arisco. Negro como la noche. Fue Marty el que le puso el nombre de "Diablo". Lo hizo después de que el caballo lo tirara al suelo varias veces. Lo mismo hizo con Jack.
-Tiene un genio de mil diablos-comentó Marty.
Jack tuvo peor suerte. Marty sólo se dislocó un hombro. Jack, por el contrario, acabó con una costilla rota. Acabó odiando a aquel caballo.
Olivia se puso de pie. Se acercó a Jack y le dio un beso.
Fue un beso cariñoso. Un beso de amigo...
Olivia le besó en las dos mejillas. Lo besó en la punta de la nariz. Lo besó en la frente. Y lo besó también en la barbilla.
-Siempre que vengo estás levantada-observó Jack-¿Es que nunca duermes?
-Me gusta madrugar-afirmó Olivia-No quiero que se me peguen las sábanas.
Sábanas...Olivia...Jack apartó aquella turbadora imagen de la cabeza.
-Pero no he dormido esta noche en casa-le confesó-Mandé recado a mi padre. Le dije que me quedaría aquí toda la noche. Y eso he hecho. Tenía que cuidar de "Helen".
-¿"Helen"?-inquirió Jack.
-La yegua. Se llama "Helen". Le he puesto yo ese nombre. Es precioso. No quiero que muera.
No estaban solos en el establo. Estaban sus compañeros. Les estaban mirando. Jack tenía la vista baja. Se sentía turbado. No era capaz de mirar a Olivia a los ojos sin delatarse. Ella volvió a besarle con cariño.
-No me gusta remolonear en la cama-prosiguió la joven-Tengo que levantarme antes de que cante el gallo. ¡Y lo consigo! Puedes creerme. Esta noche, he dormido sobre la paja, junto a "Helen". He dormido a ratos. Tenía que darle vuelta constantemente. ¡Pobrecilla!
-Te creo-sonrió Jack-En lo de levantarte temprano, digo.
-Creo que madrugar es algo positivo. Me permite hacer todo lo que quiero. Y sin agobiarme. ¡Dios!-Se frotó la espalda-Estoy toda dolorida.
-Haces bien en madrugar-dijo Jacik-Es una buena forma de verlo. ¡Oh! He oído que has hecho buenas migas con "César". ¡Mira! ¡Quiere que le hagas caso!
Era la última adquisición de Kyle. "César" era un caballo tan salvaje como lo fue "Diablo". Era zaino. Mientras perseguía a una yegua, fue capturado. La captura tuvo lugar días antes. Jack acabó en el suelo intentando domarlo. Fue uno de los días en los que "EL MUELAS" acudió a trabajar. Cuando no se quedó en su casa afilando un palo. O masticando palillos. De milagro, no había sido despedido. Quizás, sir Kyle no se acordaba de su existencia.
El caso fue que "EL MUELAS" no perdió ningún diente al intentar domar a "César". Pero sí acabó con un brazo roto. Tenía que llevar el brazo en cabestrillo.
-Por lo menos, sigo conservando mis dientes-se jactó "EL MUELAS".
Se bebió una botella entera de whisky mientras el médico lo curaba. Le entablilló el brazo y lo envió a su casa. "EL MUELAS" seguía sin aparecer por "LA PILARITA". Pero tenía una excusa. Su brazo.
El caso es que entre todos lograron domar al indomable "César". Se esforzaron todos los peones de "LA PILARITA". Las criadas chillaban. Anne decía que fue el evento del año en Streetman. Sólo un peón tuvo suerte. Olivia.
La joven se acercó a "César". Le rascó la cabeza. El caballo relinchó. Estaba muy contento de tenerla cerca.
Olivia miró a "Helen".
-Mira, "Helen"-le dijo a la yegua-"César" quiere ser tu compañero. Pero, para que eso pase, te tienes que poner bien. ¿De acuerdo? "César" quiere que su compañera sea una hembra fuerte y saludable. ¿Verdad que tú eres todo eso y mucho más?-Se dirigió a "César" y a Jack a la vez-Es un caballito muy dócil mi "César". ¡Mira, Jack! ¡Es muy cariñoso!
-¿Dócil?-se extrañó el aludido-¿"César"? ¿Es una broma? ¡No puedes estar hablando en serio!
-¡Míralo tú mismo! ¡Está comiendo terrones de azúcar de mi mano! ¡Oh! ¡Pero si es un caballo adorable!
-¡Pero si "César" odia a todo el mundo! ¡Incluso odia al patrón! La señorita Lily no se le acerca por miedo a que le dé una coz. Nadie quiere estar cerca de él. ¡Me relincha con rabia cada vez que me ve! ¡Ten cuidado, Livie!
-Te equivocas. A mí me adora.
-¡Ya lo veo!
Olivia parecía ignorar el efecto que causaba en todos los especímenes masculinos. En los de cualquier especie. ¿Cómo podía la mujer más hermosa de todo el Estado no ser consciente de su propia belleza y que, incluso, la disimulase? Pensó en su esposa. ¿Por qué tenía que compararla siempre con Olivia? Danielle era hermosa, sí. No era nada afectada. Pero tampoco era muy coqueta. Se arreglaba. Pero no se arreglaba todos los días. Vestía bien. Era elegante por naturaleza.
Olivia también tenía un porte elegante. Jack recordó que Sarah O' Hara venía de buena familia. Los Allen, la familia de Sarah, era rica y poderosa. Se preguntó que había visto la madre de Olivia en el que sería su marido y padre de sus hijos. Lo dejó todo para estar con él. ¿Hizo bien? Jack podría hacer lo mismo. ¿Acabaría arrepintiéndose? ¿Se arrepentiría Olivia de huir con él en el caso de hacerlo?
No lo sabía.
Jack admiró a placer la figura esbelta de la joven. Ella no se daba cuenta. No se lo diré, pensó.
Nunca...Nunca...Nunca se lo diré. Es mejor callar. Disimular cuando alguien se dé cuenta. Mentir cuando alguien me pregunte. Jamás pondría a Olivia en un compromiso.
Olivia le dio a "César" todos los terrones de azúcar que le quedaban. Así, se ganaba su cariño.
-¡Eso es!-se rió la muchacha-¡Buen chico! Te dejo. Pórtate bien. ¡Y no tires a nadie hoy! ¿De acuerdo?
El caballo relinchó de alegría.
La entiende, pensó Jack.
Entiende a Olivia. ¿Cómo lo consigue?
La joven se acercó a su yegua favorita. "Yasmina". Sus ojos brillaron de alegría al verla. Le acarició con cariño la cara.

martes, 24 de enero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 23

Lily era la pupila de Kyle y admiraba la belleza y el valor del que hacía gala Olivia cada vez que intentaba domar un potro salvaje.
-Deberías casarte con ella-le decía Lily a Kyle-Me recuerda mucho a ti.
            Kyle sabía que Sean haría un gran esfuerzo por proporcionarle a Olivia una cuantiosa dote llegado el momento de casarla.
-No creo que Olivia O’ Rourke sea la mejor candidata para convertirse en mi esposa-replicaba Kyle.
-¿Y a quién quieres como esposa?-le preguntaba Lily.
-Aspiro a casarme con una mujer sofisticada y elegante.
-Olivia es fuerte. No le tiene miedo a nada. A mí me gusta. Cásate con ella.
            La imagen de Olivia paseando cogida de su brazo hizo que Kyle se estremeciera. ¿Qué podía ofrecerle él? La haciendo no iba mal. De hecho, milagrosamente, no estaba en la ruina. Su contable era un hombre eficaz. El problema era él. Kyle era un bala perdida. Ni siquiera el ocuparse de Lily le había ayudado a mejorar. Los hombres como él no cambiaban Olivia se merecía algo mejor que él. Kyle suspiró con pesar.
-Eso no va a pasar, Lily-le dijo a la chica.
-¿Por qué no?-inquirió ella.
-Porque no soy la clase de hombre que merezca una mujer como Olivia.
-Entonces, deja de quejarte y haz lo imposible por cambiar. Todo el mundo merece una segunda oportunidad. Tú no vas a ser menos.
Kyle no sabía qué pensar. ¿De veras un hombre como él merecía otra oportunidad? ¿De verdad merecía el amor de alguien como Olivia? Podía hacer como le decía Lily. Luchar. Podía cambiar. No era demasiado tarde. Podía contar con Lily. Pensó que él le estaba haciendo un favor al acogerla en su rancho. Ahora, veía que era al revés. Que el favor se lo había hecho ella al irse a vivir con él.

CON EL CORAZÓN ROTO 22

Ya no eres joven. Ya no eres inocente. Entonces...¿Qué eres? Dímelo.
El jovencito vendía periódicos por la calle. Jack compró un ejemplar. Se puso a leer en mitad de la calle. Le costaba trabajo leer, pero le quedaba el consuelo de entender algunas palabras. Y todo era gracias a Kimberly. Su hermana le animaba a superarse. Y eso era lo que hacía. Pero no le parecía suficiente. Se sentía como un burro de carga.
Jack pensó que, en realidad, los periódicos no decían nada nuevo. Lo cerró. Comenzó a caminar en dirección a "LA PILARITA". Para Jack todos los días eran una repetición del mismo día. Era la misma rutina. Trabajo...La casa...Con sus alegrías, por supuesto.
Su percepción de la realidad era distinta a la del resto de los mortales.
Reses...Caballos...Vallas...Establos...La llanura...
El mugido de una vaca...El hierro candente que se usaba para marcarla.
Su jornada laboral empezaba alrededor de las ocho de la mañana. No tenía ganas de trabajar muchas veces. Acababa cansado. Intentaba aparentar normalidad. Por dentro, estaba hecho un basilisco. Estaba cansado. Estaba furioso. No sabía lo que quería. Bueno, sí lo sabía. Pero no podía decirlo en voz alta.
Vivía con la posición del Sol. Se orientaba mirando hacia el Este. Donde se encontraba el Sol. No tenía reloj y, a decir verdad, no lo necesitaba. No sabría leer las horas. Minutero...Segundero...Además, el pueblo contaba con una pequeña Iglesia. La campana daba la hora. Una aguja rápida...Entendía el sonido de las campanas. No entendía el funcionamiento de un reloj. No veía los números. Sólo sabía de marcar reses.
Sir Kyle tenía un reloj de pie en el salón. Era un reloj que, al dar la hora, salía un pajarito que decía: Cucú-cucú. Jack quería pegarle fuego a aquel reloj.
Su educación había sido muy básica. Sólo había una persona en su familia que había estudiado. Su hermana pequeña. Kimberly. De ella decían que se merecía el quedarse a vestir Santos.
Eso no le preocupaba.
No quería casarse.
Era feliz viviendo sola.
Jack no se lo creía.
En el pueblo, los vecinos creían que Kimberly era un ser extraño.
La mujer estaba siempre contenta. Le gustaba su trabajo como maestra. Era feliz siendo independiente. Ya había sufrido mucho por culpa de los hombres.
En cambio, Jack estaba casado y no era feliz.
Jack era pelirrojo. Igual que Kimberly. Jack tenía treinta y cinco años. Kimberly, mientras, tenía treinta y tres. Se parecían en algunos rasgos faciales. Como la nariz. O la forma de la boca. En el carácter, ambos eran bien distintos.
Kimberly no buscaba a un hombre. Los vecinos creían que era una perdida y algunos se quejaban de que le diera clase a los niños. Poco o nada tenían que decir de su labor como maestra, puesto que ésta era impecable. Kimberly estaba cansada de los hombres. O eso parecía. Por su vida habían pasado sólo sinvergüenzas. Todos aquellos romances habían terminado mal. Kimberly prefería enseñar a contar a los niños antes de verse envuelta en otra relación.
Jack estaba casado. Estaba casado con Danielle. Y no era feliz. No amaba a su mujer. Mientras, Kimberly era feliz. Era feliz enseñando a leer a los niños del pueblo.
Jack y Danielle llevaban casados siete años. No habían tenido hijos. Los años fértiles de Danielle se estaban acabando. Ella lo presentía. Jack pensaba que era mejor así. No se veía teniendo un hijo con su esposa. Pero ella sí quería ser madre. Había bebido toda clase de mejunjes para quedarse embarazada. Todo había sido en vano. Jack la había querido. Pero...No sentía por ella una gran pasión. Jamás la había sentido. Y a ella...Le pasaba lo mismo. Se llevaban bien. Eran buenos amigos. Eran como hermanos.
Jack sentía cierta comodidad al llegar a casa. Tenía el plato de comida en la mesa. La ropa la tenía limpia. Pero Danielle no era su criada y se sentía mal. Porque pensaba en ella como tal.
Hacía mucho que Jack se había resignado a no tener hijos. Su matrimonio hacía aguas desde hacía algún tiempo. Los dos se habían dado cuenta de ello. Jack no quería pensar en Danielle. Era orgulloso. No quería admitir un fracaso, como lo era su matrimonio. Quizás, por eso, pensaba tanto en ella.
En Olivia.
Lo hacía para no pensar en Danielle. Para huir de sus problemas con Danielle. ¿Cuándo fue la última vez que habló con ella? No una conversación informal...No...Una conversación seria...¿Cuándo fue? Hacía mucho...
No...Lo que sentía por Olivia era sincero.
A veces, mientras se dirigía a "LA PILARITA", Jack tenía la sensación de que sus pies no tocaban el suelo. Se sentía feliz. Le latía el corazón muy deprisa porque estaba pensando que, nada más llegar a "LA PILARITA", la iba a ver a ella, a la mujer que le había robado el corazón. La hija de Sean O' Hara.
Entonces, su mente retrocedió atrás unos días. Una tarde, Jack fue a "LA ISAURA". Era domigno y quería ver a Olivia.
En el porche, vio sentada a Kimberly. Sean estaba sentado junto a ella.
-Esto no puede seguir así-la oyó decir-No quiero hacerle daño a Livie. Es mi mejor amiga. No se lo merece.
-Nos merecemos estar juntos-insistió Sean-Livie lo entenderá.
-Creerá que quiero robarte tu cariño.
-Ella no lo verá así.
-Creerá que vengo a ocupar el lugar de su madre.
-Hablaré con ella.
-Dillon y Tyler podrían recibirme de igual forma.
-Hablaré con ellos.
-Sean, no quiero destrozar tu familia. No me lo perdonaría en la vida.
-Dillon y Tyler tienen su vida hecha. Poco o nada me importa lo que piensen. Deben de entender que tengo derecho a hacer lo que quiera con quien quiera y cuando quiera. Ya soy mayorcito.
-Aún así...
-Merecemos ser felices, Kim.
-Pero no podría ser feliz a tu lado sabiendo que tus hijos me odian. Y ellos podrían odiarte. Y sería por mi culpa. No...Eso no quiero que pase.
Entonces, Sean hizo callar a Kimberly sellando su boca con un abrasador beso.
Eso confirmó las sospechas de Jack. El padre de Olivia estaba interesado en Kimberly.
Se fue de allí sin ser visto.
Imposible.
Era imposible.
Jack negó con la cabeza. Hablaría con Sean. Necesitaba alcarar las cosas con él. Eran buenos amigos. Tenían que hablar sobre Kimberly. Y sobre Olivia... Sobre las dos...
Pasó por delante de la miserable choza donde vivía "EL MUELAS". El hombre estaba afilando un palo. Mordisqueaba un palillo con sus cuatro dientes.
-¡Hola, Jack!-le saludó.
Escupió el palillo. Cayó cerca de los pies de Jack.
Éste le devolvió el saludo con un ademán.
-Me imagino que vas a ver a la bella Olivia-se rió "EL MUELAS".
-Adonde yo voy es a trabajar y tú deberías de hacer lo mismo-le espetó Jack.
-Y eso haría. Pero estuve toda la noche en el "saloon". ¡Menudas chicas hay en él! Ardientes como el Sol que nos alumbra. Deberías pasarte por allí. Te divertirías mucho.
-Yo ya me divierto por mi cuenta.
-Jack, eres un hombre. Si Danielle no te da lo que tú quieres, tienes que buscarlo fuera.
-Me divierto con mi esposa. Así ha sido desde que nos casamos. No puedes opinar. No estás casado. Ninguna mujer te aguantaría.
-No me he casado porque sé que el amor no es para toda la vida. Haces un juramento en vano. Porque sabes que acabarás faltando a tu palabra antes o después. Ya sea de hecho o de pensamiento. Da igual. Faltas a tu juramento.
Siguió con su camino.
De momento, se conformaba con ver a Olivia. Hablaba con ella y procuraba disimular las miradas llenas de fuego que le lanzaba. Ella vivía ajena a todo. A él se le iban los ojos tras la joven. ¿Lo sabrían sus compañeros? No...No lo creía. Respiró tranquilo.
¡Jesús bendito! ¡No podía apartar la vista de ella! De Olivia...La deseaba con todas sus fuerzas. Pero ella nunca sería suya.

lunes, 23 de enero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 21

Era una joven bella de cabellos color caoba y ojos color azul cielo. Sus labios carnosos inspiraban el deseo de ser besados. De ser besados muchas veces. A veces, Nora, la cocinera, hacía las veces de doncella de Olivia. Era la única que podía dominar el cabello rebelde de la joven.
            No es una joven inocente y desvalida. Sólo era virgen. Pero no era inocente y no estaba desvalida. Olivia era dura como el hierro.
            Es una mujer decidida, independiente, que ha pasado mucho en su corta vida y que se empeña en salir adelante sola sin pedir ayuda.
            Es una chica que ha tenido que aprender a sobrevivir sola.
            Pensaba sacar ella sola adelante el rancho de su padre y no tener que depender nunca de ningún hombre. Cierto era que el rancho no estaba pasando su mejor momento. Pero era sólo mala suerte. La mala suerte no tardaría en pasar. Y las cosas volverían a la normalidad. Su sueño era pasar el resto de su vida en Streetman. Ella no es como sus hermanos Dillon y Tyler. No quería abandonar su pueblo.
Sus hermanos eran unos cobardes. Habían huido. Se refugiaban en el mundo aristocráticos en el que se crió su madre. Un mundo que acabó despreciando por amor a su padre.  
            Todo lo que necesitaba se encontraba en Streetman. Estaba su padre. Y también estaba su mejor amiga, Kimberly Mackenzie. No echaba de menos la compañía de un hombre. Tenía amigos, sí. Pero ellos la veían como a un camarada. Olivia pensaba que los hombres creían que ella era una de ellos. Sabía comportarse igual que un hombre. Tenía muy pocos trazos femeninos.
            De aquella forma, Olivia se evitaba mucho sufrimiento en un futuro. No quería que le pasara lo mismo que le pasó a su madre. No iba a estropear su vida por culpa de un hombre. Y tampoco pensaba sacrificar su vida. Los hombres no valían tanto, decía.
            Se negaba a aceptar su propia sexualidad.
Se negaba a ser como las demás mujeres.
            Olivia se consideraba así misma como una mujer fuerte, decidida y tozuda.

CON EL CORAZÓN ROTO 20

Olivia regresaba a su casa después de una dura jornada laboral. Montaba a su yegua "Yasmina" cuando, de pronto, vio una figura imponente de mujer montada a caballo a horcajadas, como ella. Sonrió al reconocer a la mujer que se acercaba a ella. Era Dos Nubes. La esposa de Pluma Roja.
Aquella noche, Dos Nubes había soñado con Olivia. Y el sueño la había afectado. Sentía que era su deber prevenirla. Por eso, la estuvo esperando en el camino.
-¡Qué agradable sorpresa!-exclamó Olivia al verla.
-He venido para prevenirte-la atajó Dos Nubes.
Olivia la miró extrañada.
-¿Sobre qué me tienes que prevenir?-inquirió.
-Anoche, soñé contigo-contestó Dos Nubes.
-Sospecho que ese sueño no fue bueno.
Olivia bromeaba, pero Dos Nubes no bromeaba en absoluto.
-Los espíritus me han hablado y me han dicho que debes de tener cuidado-prosiguió.
-Llevo mi Colt y sé disparar-la tranquilizó Olivia-Los forajidos deben de tenerme más miedo que el que yo debo de tenerle a ellos. Sé defenderme.
-Hay otro mal, peor que un forajido. Y ese mal es invisible. Los espíritus dañinos atacan en silencio.
Olivia empezó a ponerse serie.
-Nunca he entendido la mitología comanche y jamás la entenderé-afirmó.
-Los espíritus te están atacando sin que puedas verlos-le aseguró Dos Nubes-Por eso, tienes que estar alerta.
¿Espíritus dañinos? Olivia no sabía lo que era eso. Creía que todo aquel que podía hacerle daño lo podía ver ella. ¿Acaso un ser invisible pretendía atacarla?
-Olivia-dijo Dos Nubes-El Gran Espíritu lo ve todo. Puede percibir lo que sientes. Puede sentir que tú no estás bien. Yo veo en tus ojos que algo te atormenta. Algo que no sabes lo que es.
La joven la miró con miedo. ¿Cómo podía saber Dos Nubes que ella sufría frecuentes dolores de cabeza? Sólo se lo había contado a Anne. Pero Anne nunca iría con el cuento a Dos Nubes. Principalmente porque la odiaba. La odiaba sólo porque le recordaba a los asesinos de sus padres. Pese a que Dos Nubes no tenía la culpa de lo ocurrido.
-Amiga mía, te juro que estoy bien-le aseguró.
Dos Nubes la miró con escepticismo. Los ojos de Olivia brillaban. Su tez era morena, tostada por el Sol. Su rostro era risueño. Pero había algo en ella que le daba a aquel barniz de salud un aire falso.
-Ten cuidado y protégete de los malos espíritus-le pidió Dos Nubes.
-Te aseguro que no voy a dejar que ningún mal espíritu me haga daño-le dijo Olivia.
Dos Nubes se dio media vuelta y se alejó a todo galope. Sospechaba que Olivia no le haría caso. En aquel caso, la joven habría sellado su destino. Poco o nada podía hacer por ella.
Mientras, Olivia decidió no hacerle caso a las advertencias de Dos Nubes. Tenía muchas preocupaciones en la cabeza. No iba a preocuparse, además, por los sueños de los demás.

domingo, 22 de enero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 15

-Milord está soltero. Y no es idiota. Te mira y no ve a un hombre. Ve a una mujer.
-Milord se casará con una inglesa, si es que decide casarse. Con una inglesa delicada, bonita y rica-Y tonta, pensó Olivia-Es lo que hacen los que nacen en cuna de oro, como nació él. Se casan con mujeres de su misma posición social. Y yo soy una simple peón. No soy la clase de mujer con la que se casan los lores.
Ni con la que se casa nadie, pensó Olivia.
Se llevaba bien con el resto de los peones. Bromeaba y reía con ellos. Jugaba a las cartas con ellos en el "saloon". Bebía whisky con ellos. Jugaban a ver quién tenía la mejor puntería.
Ellos podían desearla como mujer.
Pero no la deseaban como esposa. Al final, todos buscaban a una mujer dócil con la que casarse. Y ella nunca había sido dócil. Al contrario. Era una joven demasiado salvaje e independiente como para casarse. Nunca sería una buena esposa.
¡Mejor para mí!, pensó Olivia. No necesito a nadie.
-¿Qué dices, Livie?-se extrañó Freddie. Un relámpago iluminó el cielo-Eres muy bella. Serías una fantástica condesa. O duquesa. Lily te adora.
-Lily está tan condicionada como yo. Y milord es un hombre raro. Él buscará, cuando quiera, una esposa de su misma clase social, te lo he dicho antes. Los aristócratas se casan con los aristócratas. Así ha sido desde el inicio de los tiempos. Y yo no cumplo los requisitos que él busca-Se oyó un trueno-Sería una locura.
-Entonces, no pienses más en milord.
-No pienso en él.
Freddie no lo sabe, pensó Olivia. Vio cómo su hermano apoyaba la espalda en la pared de la cueva.
¿Lo entendería Freddie?, se preguntó. Podía hablar con él.
A lo mejor, Freddie la entendía. Pero también podía poner el grito en el cielo. Freddie era fruto de una infidelidad. Podía entender los deseos de Jack de convertirse en el amante de Olivia. De engañar a Danielle. Pero no los aprobaría.
Podían divorciarse, pero un divorcio estaba siempre mal visto. Sobre todo, en un pueblo tan pequeño como lo es Streetman.

sábado, 21 de enero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 14

Entró en calor. Se sentía a gusto. Los animales la calentaban. Tuvo ganas de dormir un poco. Eso estaría bien. Cerró los ojos. Se relajaría. Se quedaría dormida. Y esperaría. ¿A qué? No lo sabía. Intentaba no pensar en Jack. Pero no podía. Quería creer que no estaba enamorada de él. Era inútil. Jack volvía una y otra vez a su cabeza. A su corazón...
Olivia no podía comparar aquel sentimiento con ningún otro. Nunca había sentido nada parecido. Ni siquiera cuando Greg la cortejaba.
Olvidar a Jack era una tarea casi imposible. La dejaba agotada. Ella misma estaba luchando una batalla que sabía perdida de antemano. Era una locura. Sentía algo por Jack que iba más allá de la amistad.
Se acordó de su vecina Eliza. Ella le decía que no debía de confundir el amor con el deseo. Le pasó lo mismo. Confundió el amor con el deseo y su matrimonio con Rafael Santana, un adinerado terrateniente mexicano, era un desastre. Su marido llevaba meses enfermo. El que fue un hombre rudo y salvaje había quedado reducido a una piltrafa humana.
Olivia sabía que Jack sentía algo parecido por ella. ¡Correspondía a aquel cariño! Debía de estar contenta. Pero no lo estaba. Una mujer sabía cuando un hombre sentía algo por ella. Quería regodearse en ello. Su cabeza le gritaba: ¡Alto! ¡No sigas! ¡Era una locura!, pensó Olivia. Enrojeció de rabia. ¿Qué clase de mujer era? ¡Jack era un hombre casado! ¿Acaso había olvidado a Danielle? Jack le debía respeto a su mujer. Le debía fidelidad.
Eliza le decía que los hombres eran infieles por naturaleza.
Ella, por supuesto, le daba la razón.
Sean debía de sospechar que pasaba algo. Su padre no era tonto. Olivia se preguntó si se habría puesto en contacto con sus hermanos para contarle lo que pasaba.
Incluso se estaba planteando el enviarla lejos de Streetman.
Estaba pensando en enviarla con la familia que no conocía. A un lugar que ella no conocía. Debería de acostumbrarse a vivir allí. Y ella se sentía tentada a obedecer. Pero no quería irse. No quería abandonar su pueblo.
Un relámpago iluminó la cueva. Sonó con fuerza un trueno. Una de las vacas mugió asustada.
El rostro de Olivia estaba empapado y ella se secó con la manga de su camisa de corte masculino. Estaba temblando otra vez. Volvió a tener la sensación de echarse a llorar. Reprimió sus lágrimas. Llorar es de débiles, pensó. No voy a llorar. Estaba calada hasta los huesos y rezó para no acabar enferma de neumonía.
Su padre le decía que aquella tierra era dura. Las personas débiles perdían la vida allí. Las personas débiles huían de allí. Por eso, Dillon y Tyler se habían ido. Por eso, su madre estaba muerta. Porque eran débiles.
Algo que Olivia no podía ser.
En aquel momento, otro relámpago iluminó el cielo.
-Livie-la llamó una voz.
-Freddie-dijo la joven.
Era Frederick Beckham, uno de los hermanastros de Olivia. Era el hijo menor que tuvo Sean con una joven natural de Natchez que vivía en el pueblo. Había llegado a Streetman para trabajar como criada para los Santana. Su marido, mucho mayor que ella, había muerto hacía poco. Ella y Sean fueron amantes durante algún tiempo. En aquella época, Sean estaba casado con Sarah y Dillon era un niño de corta edad. La amante de Sean dio a luz a su hijo mayor, Ethan, al mismo tiempo que Sarah se quedaba embarazada de su otro hijo, Tyler. Años después, Sean volvió a las andadas con la madre de Ethan. Él siempre dijo que sólo estuvo con ella una vez. Pero bastó para que ella se quedara de nuevo embarazada. Freddie era tres años más joven que Olivia.
Los tres hijos legítimos de Sean sabían que Freddie y Ethan eran sus hermanos. Mientras Dillon y Tyler los despreciaban, Olivia quería estar cerca de ellos. Se llevaba muy bien con Freddie, aunque no tanto con Ethan. Éste prefería mantener las distancias con su hermanastra.
-¿Qué estás haciendo aquí?-preguntó Olivia.
-He venido a buscarte-respondió Freddie.
-¿Quién te ha dicho que estoy aquí?
-Jack me ha dicho que estabas con el ganado y seguí las huellas. Empezó a llover. Y deduje en qué cueva os habríais metido. Veo que no he fallado.
Olivia se puso de pie. Se arrojó en brazos de Freddie.
-Estás loco-afirmó risueña-Salir tú solo a buscarme. ¡Y en plena tormenta! Estás tan loco como yo. Te vas a resfriar.
-Yo sé quién está loco-apuntó Freddie-Y me vas a matar cuando te lo diga. Pero lo tengo que decir. El que está loco es Jack. Está loco por ti. Lo disimula fatal. Aunque no sabría qué decir. Quizás me lo esté imaginando todo.
-¡No digas tonterías! Es un hombre casado. Entre nosotros jamás podría haber algo. No soy muy amiga de Danielle. Pero sí soy amiga de Kim. Es, junto con Lily, la única amiga que tengo.
-Me tienes a mí.
-A mi hermano que ve fantasmas donde no los hay.
Freddie se echó a reír.
-No necesito que alguien me haga de niñera-afirmó Olivia-Nunca he tenido una niñera. Tengo veintidós años. Nuestro padre cree que nunca me casaré. Y, a lo mejor, tiene razón. Casi prefiero quedarme soltera. ¡Mira a nuestros hermanos! ¡No quieren a sus esposas! No necesito un marido que cuide de mí. Yo sola me basto y me sobro. Soy una mujer independiente. Lo he demostrado muchas veces. Tengo una excelente puntería. Practico con mi Colt a diario. Acierto a una lata situada a un kilómetro de distancia. Y no estoy exagerando. Sé disparar mejor que muchos hombres que conozco.
Freddie no ponía eso en duda.
Olivia sabía cuidar de sí misma.
Pero había algo en ella que impulsaba a querer protegerla.
Freddie pensó que hablaba mucho con Pluma Roja.
Le decía que había espíritus malignos. Y que esos espíritus querían hacerle daño a Olivia.
Él quería pensar que se equivocaba. Freddie era un muchacho muy religioso. Creía que Dios ponía a sus fieles a prueba.
Y ellos superaban aquellas pruebas porque creían en Él. Freddie no creía en la existencia de espíritus malignos. Pero sí creía que muchas pruebas eran muy duras. Pero la misericordia de Dios es infinita, pensó.
Y eso era lo que estaba haciendo con Olivia. La estaba poniendo a prueba. Nada más.
-Te he visto haciendo verdaderas cabriolas a lomos de un caballo-le aseguró Freddie.
-Sé usar un cuchillo-enumeró Olivia-Sé pelear. Pego muy bien. Doy buenos puñetazos. Se lo he dicho a mi padre. Pero él no me quiere escuchar. Debe de creer que todavía soy una niña. ¡Y eso no es cierto!
Él y Olivia tomaron asiento en un rincón de la cueva. Freddie entendía bien a Olivia. A la joven le costaba trabajo perdonarle a su padre su infidelidad. Él había traicionado a su madre. Pero seguía queriéndole a pesar de todo. Y también quería a sus hermanastros. No tenían la culpa de nada.
Podía contar con Freddie.
-Eliza cree los hombres son infieles por naturaleza-comentó Olivia-Dice que no debes fiarte de ninguno.
-Se equivoca-replicó Freddie.
-No lo creo. Eliza se casó con un joven inglés que le era infiel con otros hombres. Luego, conoció a Rafael y se enamoraron. Fueron amantes hasta que el marido de Eliza murió. Rafael Santana es un hombre muy posesivo. Tiene muy controlada a Eliza.
-El descontrol que lleva le ha pasado factura. La sífilis lo matará antes de tiempo.
Olivia se preguntó lo que sentiría Eliza si se quedaba viuda.
Su matrimonio con Rafael fue una pesadilla desde el primer momento. Su marido la insultaba tanto en público como en privado. En varias ocasiones, Kimberly la tuvo que atender porque traía la cara partida. Su propio marido se la partía.
Incluso la familia Santana había tomado partido por Eliza.
La hermana de Rafael quería sacarla de allí. Le hablaba de irse lejos.
Eliza no quería irse.
Le decía a su cuñada que su hermano no era malo. Justificaba su comportamiento diciendo que nadie lo quería, más que ella. La mujer decía que su hermano acabaría matando a Eliza.
Por dos veces, Eliza perdió un hijo.
La primera vez, fue por un accidente. La segunda vez, fue por una paliza que le propinó su marido.
Ahora, Rafael estaba enfermo. Y ella se negaba a abandonarle.
-A milord también le gustas-afirmó Freddie-Se le van los ojos tras de ti en cuanto te ve.
-Insisto-bufó Olivia-No digas tonterías. Milord no está enamorado de mí. Eso jamás pasará. Tienes mucha imaginación, hermano mío. Y eso no es bueno.

viernes, 20 de enero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 13

Olivia vio cómo el cielo se cubría de nubes negras.
De pronto, empezó a llover con fuerza.
La tormenta la sorprendió en plena llanura. Había sacado a pastar al ganado aquella mañana.
El día había amanecido con el cielo cubierto de nubes.
-No deberías salir con el ganado-le aconsejó Jack-Va a llover. No quiero que te pase nada malo.
Olivia le dedicó una sonrisa cariñosa.
-Deja que alguien te acompañe-insistió Jack.
Reunió como pudo el ganado. Silbó con fuerza. Se subió de un salto a "Yasmina". Olivia divisó una cueva. Se metió con el ganado y con la yegua en el interior. Pasarían allí la noche, decidió. Al menos, hasta que pasase la tormenta. El sombrero cayó sobre su espalda. Algunas vacas eran muy cabezotas. Se resistían a meterse dentro de la cueva.
-¡Venga!-insistía Olivia-No os podéis quedar aquí fuera. ¿No veis que está lloviendo? ¡Vamos!-Un relámpago iluminó el cielo-¡Os llevaré a esa cueva!-El sonido de la voz de Olivia se mezcló con el sonido de un relámpago-Allí se está mejor. Estaréis más calentitas. ¿No os gusta la idea? ¡Os estáis mojando! ¡Por favor! ¡Venid conmigo!
Olivia empujó a las vacas para meterlas dentro de la cueva. Tenía ganas de llorar. Le dolía mucho la cabeza. No sabía lo que le pasaba. La otra vez, a duras penas llegó a "LA PILARITA". No fue capaz de hacer bien su trabajo. Lo sabía. El patrón fue comprensivo con ella. Le dijo que sólo tenía una simple jaqueca. Pluma Roja se quedó mirándola. Olivia se sintió incómoda. Aquel hombre adivinaba los pensamientos más profundos de las personas.
-El mal está cebándose contigo-le dijo-Los demonios quieren hacerte daño.
Olivia no sabía lo que le pasaba. Aquellos dolores de cabeza la estaban torturando de forma implacable.
Logró meter a todo el rebaño dentro de la cueva. Hacía mucho frío. Ahogó un grito. Tuvo la sensación de que una bala le había atravesado el cráneo de punta a punta.
Se sentó entre dos vacas.
No podía hacer ni siquiera fuego.
Estaba débil.
No era la primera vez que le sorprendía una tormenta mientras estaba fuera con el ganado.
Se frotó la frente. Estaba temblando de frío. Se frotó también los brazos.
Aquel día, había recibido carta de su cuñada Rachel, la esposa de su hermano Tyler. Olivia apenas la conocía. Rachel se atrevía a darle consejos.
"Una mujer no debe de sentir nada cuando su marido la besa. Yo me porto con frialdad cuando Tyler me besa".
¿Y me lo cuentas a mí?, se preguntó Olivia. ¿Acaso olvidas que soy la hermana de tu marido? Aunque hacía mucho que no veía a Tyler. Sabía que éste acababa de ser padre. Tenía un hijo al que había llamado Oliver. Decía que se parecía más a ella que a él o a Rachel.

El mayor temor de Sean era que uno de los caballos salvajes que intentaba domar Olivia la tirase al suelo. Ya le había pasado antes.
Olivia podía desnucarse. Algunos de los hombres que participaban con ella en los rodeos habían muerto desnucados. Se caían del caballo. Y se rompían el cuello. Pero no era el único riesgo que Olivia corría. Podía ser pisoteada. O...
Jack se estremeció de horror. La idea de poder perder a Olivia le horrorizaba. Pero se tranquilizó. Todo le va bien, pensó.
Estaban en el establo. Olivia estaba echando paja fresca. La veía fuerte y sana. Ignoraba que la joven sufría frecuentes dolores de cabeza. Unos dolores que la dejaban débil y atontada. Fingía que se encontraba bien.
Jack le comentó a Olivia que no soportaba verla tirada en el suelo dos o tres veces por caballo. Eso solía pasar. Olivia bufó. No era una niña. Creía que nunca había sido una niña. Sabía cuidar de sí misma. Se lo había dicho a su padre. Pero Sean parecía no querer escucharla.
Le cogió la mano a Jack.
Fue un gesto reflejo. Instintivo...Pero necesitaba aferrarse a alguien. Sentía que se estaba viniendo abajo. Le dolía mucho la cabeza.
-Te agradezco que te preocupes tanto por mí-le dijo a Jack-Pero no me pasa nada. Sólo me rompí un tobillo una vez. Pero ese tobillo sanó.
-Lo recuerdo-dijo Jack-Pero podría no ser un tobillo la próxima vez. Podrías hacerte daño de verdad. Y yo...
-No pienses en eso.
-Tienes mala cara, Livie.
-Estoy bien. De verdad...No estoy hecha de cristal. Creo que estoy hecha de hierro.
-Nadie está hecho ni de hierro ni tampoco de cristal.